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Ramón Rubial: Historia y Memoria
 
   
4.1    De la cárcel a la vida clandestina

4.2    El eslabón entre el partido interior y el exilio

4.3    Ramón y Emilia, mucho más que dos

4.4    La represión de nuevo

4.5    El grupo de Sevilla y los jóvenes universitarios

4.6    El puente entre dos generaciones

4.7    “Conocí a Pablo…” Nace el mito Rubial
  4.2 El eslabón entre el interior y el exilio
 

Desde 1939, la cúpula ejecutiva del PSOE quedó dividida en dos: la del exilio, en Toulouse, y la de los militantes que permanecieron en territorio español. En 1954, Rodolfo Llopis, secretario general del partido en el exilio, encargó a Antonio Amat la reorganización de la formación socialista en el interior. Todo ello a pesar a la dura represión, frustración y división que, desde la posguerra, minaba a las fuerzas de la oposición al franquismo.

El aparato represor del Régimen rastreaba toda senda que oliera a conspiración. En 1953, Tomás Centeno, Secretario de la UGT moría como víctima de la represión franquista. En noviembre de 1958, un centenar de militantes del PSOE fueron detenidos, y el vitoriano Amat fue condenado a cinco años de cárcel. Frente a tal adversidad, la dirección de Toulouse nombró a Ramón Rubial máximo dirigente del partido en el interior. Miguel Peydró, letrado y militante del PSOE, destacó la suma trascendencia de ésta decisión: “Con la detención y procesamiento de varias decenas de compañeros en toda España, se corrió el riesgo de desarticulación del Partido en el interior, pero felizmente no sucedió así. Fue precisamente Ramón Rubial, compañero unánimemente respetado, el que no sólo logró la continuidad política, sino que imprimió una nueva dinámica en la organización”. El liderazgo de Ramón Rubial propició una relación excelente con las nuevas generaciones, reactivando la propaganda a fin de mantener viva la llama de la lucha en el interior. Por otra parte, Francisco Román pasó a dirigir el sindicato UGT.

En un contexto internacional de Guerra Fría, los países de la Europa Occidental apoyaron a Franco como barrera del comunismo en el sur de Europa. La Dictadura saboteó cualquier ayuda extranjera hacia los socialistas. Declaró la “guerra contra el rojo” y atribuyó de naturaleza comunista a todo movimiento de oposición al régimen. Ninguna democracia occidental se ofreció a socorrerlos.

El liderazgo de Pablo y la reestructuración del Partido

Del 1958 al 1972, bajo el legendario nombre de Pablo como segunda identidad, Rubial puso en práctica su capacidad organizativa gestada en las cárceles y efectuó un cambio táctico dentro del partido. Juan Iglesias, el militante encargado del flujo clandestino entre la frontera española y francesa, describió los primeros pasos de Ramón en la dirección de una organización muy deteriorada: “Se dio una nueva estructura a la organización, porque fue tan monumental aquella caída, con tantísimas detenciones, que dejó secuelas en el ánimo de algunos, que se alejaron de la lucha. Se crea entonces, en el interior, una Comisión Permanente, al frente de la cual estará Ramón Rubial. Quiere decirse que Ramón Rubial, aunque rechazase la propuesta de las Federaciones de hacerle presidente, fue moralmente, desde 1958, presidente del Partido, de todo el Partido”.

Por su parte, Miguel Peydró resaltó los cambios logísticos y los acercamientos hacia las otras posturas opositoras a finales de los cincuenta: “Con Ramón Rubial a la cabeza del Partido en el interior se implantó la obligatoriedad de la cotización de los afiliados a sus respectivas Agrupaciones. Se confeccionó un carné sencillo, en el que únicamente aparecía  la figura de Pablo Iglesias y el número de afiliación. Se realizó un censo secreto de militantes y se dio una mayor participación en la vida de las Agrupaciones clandestinas. Se intensificó la distribución de propaganda. Se crearon Boletines de información en diversas Agrupaciones. Se regularizaron las reuniones de los órganos del Partido en el interior… En fin, se reforzaron y se ampliaron las estructuras del Partido, con rígida cautela y discreción… También, y por iniciativa de Rubial, se iniciaron conversaciones y relaciones con personas de la oposición democrática al franquismo –por ejemplo, los contactos con Tierno Galván- y se propició la integración o el acercamiento al PSOE de intelectuales y profesionales afines a nuestra ideología. El Partido, igualmente, estuvo presente en numerosas acciones, en unión de otras formaciones políticas de oposición al franquismo (…).”

Ramón contaba con todos y cada uno de los militantes, con las nuevas y viejas generaciones; el mensaje era captado por sus camaradas. Así era visto por Paulino Barrabés: “Para Ramón nunca hubo distinciones entre socialistas; lo mismo era el militante de base que el secretario general. Ramón, un ejemplo de equilibrio personal, sabía escuchar y era enormemente comprensivo con los demás jóvenes. Y fue, en buena medida, este trabajo de Ramón el que permitió que la cohesión dentro del Partido no se rompiera”.

La comunicación con el exilio

Ramón Rubial apostó por una comunicación lo más fluida posible con el exterior. El flujo de información y de recursos económicos fue una pieza clave para la cohesión de la organización.  Él mismo resumía en qué consistió este entramado clandestino: “Nuestra relación con el exterior (…) se hacía a base de utilizar a los enlaces. Tuvimos desde un carbonero hasta el dueño de una venta, pero una persona permanente fue Juan Iglesias, que estaba en contacto con el Partido en el exterior. A través de estos enlaces pasábamos prensa y alguna ayuda de tipo económico que solía prestarnos el exterior. Esa era la base de contacto que teníamos: la correspondencia y todo lo demás se pasaba a través de estos enlaces, que en su mayoría eran contrabandistas que se ponían al servicio de quien les pagara. Es decir, que cada kilo de propaganda nos costaba una cantidad de dinero a pagar al enlace correspondiente. Esta propaganda se repartía en el interior a través de los grupos que teníamos, en su inmensa mayoría en las minas y en las factorías. Solían ser grupos de cinco personas, con una secretario de “C”- como llamábamos a la célula-, que se dedicaba a repartir folletos y propaganda por los buzones de los obreros o en las máquinas de la fábrica.” (Ramón Rubial, 1986). Juan Iglesias fue el enlace permanente que puso en contacto el partido a ambos lados de la frontera del 1953 hasta 1976.

La tensión interior-exterior de la organización

Los esfuerzos por lograr una mayor accesibilidad entre el norte y sur de los Pirineos contrastaron con la creciente grieta que se abría en el seno del partido. Rubial y Amat encabezaron el propósito de que la capacidad de acción y decisión debería de estar representada por los socialistas del interior de España. La postura opuesta era defendida por Llopis y los partidarios del exilio: desde Toulouse se tenía que dirigir la totalidad del partido y desde allí se restauraría el socialismo en España. En agosto de 1955, el semanario El Socialista expuso las tesis defendidas desde el exilio, dando poco crédito a las acciones que podían ejecutarse desde el interior: “Rodolfo Llopis hizo una intervención en el VI Congreso del PSOE en el exilio: “Nuestros compañeros de España están siempre pendientes de cualquier arbitrariedad del régimen. Todos nuestros compañeros son candidatos a la cárcel o al cementerio”.

La única manera de trabajar para cambiar la realidad era actuar donde residía el problema; éste era el planteamiento de Rubial, pero siempre esquivando la escisión. Así lo resaltaba Nicolás Redondo: “Tenía como deseo último recuperar la capacidad interior de decisión y dirección, porque sabía que la lucha diaria estaba aquí y que la óptica de la realidad de España cada vez se distanciaba más entre el interior y el exterior. Pero no le daba la urgencia que Amat y otros compañeros le daban. Por otra parte, quería siempre evitar fricciones que llevasen a una ruptura”.

 

 
 
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