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Ramón Rubial: Historia y Memoria
 
   
1.1    La familia de Ramón y el primer socialismo vizcaíno

1.2    Obrero metalúrgico: del taller al sindicato

1.3    Líderes y modelos socialistas

1.4    Ramón, un hombre moderno de los años 20

1.5    Su primera acción política: la huelga contra la Dictadura en 1923

  1.4 Ramón, un hombre moderno de los años 20
 

Su afición por los deportes

Ramón Rubial amaba el deporte al aire libre. Y solía ir a la vizcaína playa de Sopelana a nadar. También se pasaba muchas tardes en el frontón de Erandio jugando a pelota mano; pero, por encima de todo, lo que practicó fue el fútbol: “Recuerdo todavía las reprimendas de mi madre por destrozar alpargatas jugando a pelota. Pero, en fin, lo que más practiqué fue el fútbol” (Ramón Rubial, Félix Santos, Entrevista). Incluso llegó a competir en campeonatos infantiles con el Erandio Club. El joven socialista velaba por su salud física y mental; una manera de dignificar su lucha.

 
Ramón en la playa de Sopelana con unos amigos

El deporte fue un complemento educativo para la clase obrera. Ideología y ejercicio físico estuvieron muy unidos durante las primeras décadas del siglo XX.  Las Juventudes Socialistas impulsaron la práctica de distintas disciplinas deportivas como el senderismo, la pelota mano, el fútbol, el boxeo… Contra la imagen de analfabetismo, insalubridad y alcoholismo que la prensa burguesa quiso dar del mundo obrero, culturas políticas como el socialismo incentivaron a sus militantes a practicar un ocio saludable y cierto culto al cuerpo.

 

La Unión Deportiva Erandio Club
 

"Fui un menestoroso interior izquierda"
 
La cultura socialista forma parte de la nueva sociedad de masas emergente, en la que el fútbol se implantó como el deporte rey. La práctica del deporte colectivo impulsó el compañerismo entre los militantes y organizó el tiempo libre de forma saludable; por este motivo se empezaron a crear equipos en ciudades, pueblos, barrios y empresas. Ramón, el joven obrero metalúrgico que trabajaba en la Babio e Iribarren y jugaba en el Erandio Club recibió una oferta para jugar en el equipo de una Naval: “A los 18 años fui pescado para ir a jugar en el Racing de Reinosa. Le proporcionaba a uno la satisfacción de salir de los talleres a entrenarse sin que se tuvieran en cuenta las faltas. Eso era lo que se cobraba en aquella época.” (Ramón Rubial, entrevista, Félix Santos). Ramón jugaba de interior izquierda y, por jugar en su equipo, La Construcción Naval de Reinosa le ofreció un puesto de trabajo en sus talleres. Muchas empresas fichaban trabajadores que destacasen jugando al fútbol, ya que así se integraban mejor entre sus compañeros de trabajo.
 

Su imagen, las chicas

Desde muy joven, Ramón Rubial cuidó mucho de su imagen. Y, aunque no dispuso de muchos recursos económicos, le gustaba vestir prendas elegantes. Así lo destaca Lentxu, su hija, comentando las fotos de aquella época: “Mi padre ha sido siempre muy arreglado, muy limpio, muy preparado. Se puede ver eso en las fotos de la época. Siempre ha tenido un aspecto bastante distinguido, por lo cual, en Erandio, alguien pudo tenerle alguna ojeriza, y eso que era hijo de dos modestos trabajadores: mi abuelo, calderero, y mi abuela, planchadora.(Lentxu Rubial, 1986)

Como muchos chavales de su edad, Ramón y sus amigos solían salir de fiesta para relacionarse con los demás jóvenes del pueblo. Su amigo José Solaigastúa recordó una anécdota con la juventud que frecuentaba los bailes: “Con los jóvenes nacionalistas andábamos a maltraer. Pero no con las chicas nacionalistas. Aquí, en la plaza, había baile los jueves y los domingos y nosotros aparecíamos muy presentables por allí. Como nosotros no teníamos chicas en las Juventudes –bueno, había alguna- y abundaban las nacionalistas, pues les gustaba bailar con nosotros. «¡Ay, qué majos sois -nos decían-. Los chicos más majos en la Casa del Pueblo…» Y contestábamos: «¡Las chicas más majas del pueblo en el Batzoki...!»” (José Solaigastúa, 1986).

Socialismo, cultura y Casas del Pueblo

Era muy difícil, por no decir imposible, que los hijos de las familias obreras lograsen cursar estudios superiores; a temprana edad aprendían el oficio del que esperaban vivir toda la vida. Como tantas personas de su época, Ramón no pudo estudiar tanto como hubiera deseado. En los años veinte la mitad de la población española era analfabeta. Ramón Rubial perteneció a la otra mitad; sabía leer y escribir y pasaba largos ratos en la biblioteca de la Casa del Pueblo. Pero por encima de todo estaba su inquietud. Ramón fue un autodidacta; sin que nadie le tutelara, se familiarizó con los grandes autores a través de sus lecturas en las horas de descanso del taller.

 

En su etapa madura, Ramón agradeció tener aquella desazón de sabiduría, sobre todo por la necesidad de representar adecuadamente al partido: “El que más o el que menos siempre teníamos propensión a coger algún libro y poco a poco eso va despertando la afición a querer aprender cosas. Máxime si se tiene en cuenta que poco a poco en las organizaciones vas representando determinada categoría, es decir, que te van poniendo los compañeros en situaciones que cuando a veces se te presentan problemas y los desconoces, caes en el ridículo y antes de caer en el ridículo tratas de imponerte para que la organización que te lleva no quede mal representada y siempre se tiene la propensión a aprender un poquitín más de lo que sabes” (Ramón Rubial, 1996).

Su hija, Lentxu, destaca el afán de conocimiento que tuvo Ramón durante su vida:



Lentxu: “Mi padre fue una persona que se hizo a sí misma”



Casa del pueblo de Barakaldo
 
En 1928

 

 

 

 

 

Ramón alabó la gran labor didáctica que hicieron las Casas del Pueblo con las personas sin recursos: “Económicamente no teníamos muchos medios para gastar en libros. La gran virtud de las Casas del Pueblo es que, aparte de los monitores, había maestros, teníamos una biblioteca, muy modesta, pero teníamos biblioteca” (Ramón Rubial, 1996).

Ramón Rubial defendió que el objetivo de los centros culturales obreros era el de “propender a que la gente se afanase a aprender cada día más”. En las Casas del Pueblo se establecieron “grupos artísticos, rondallas, orfeones y se daban clases de aritmética elemental, tales como las cuatro reglas y escribir al dictado para ejercitar la gramática (sic)” (Ramón Rubial, 1996).

 
 
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