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Ramón Rubial: Historia y Memoria
 
   
3.1    La represión franquista

3.2    Cronología carcelaria

3.3    El movimiento socialista en las cárceles

3.4    Emilia y Lentxu, su mujer e hija

3.5    La reorganización del PSOE

3.6    La vida en el Dueso

3.7    Balance de la cárcel
  3.4 Emilia y Lentxu, su mujer e hija
 

 “Ramón, soy tu mujer”

En estos años de cárcel, Ramón Rubial vivió algunos momentos emocionantes dentro de la intimidad familiar. En 1944, decidió casarse por poderes con su novia, Emilia. Y, al cabo de un año, tuvieron a su única hija, Lentxu.

Ramón y Emilia se habían conocido en verano de 1933, en la vizcaína playa de Sopelana. Como a muchos jóvenes del momento, la coyuntura de la época marcó sus vidas y sus relaciones amorosas. No fue una relación fácil. La falta de libertades democráticas y el fuerte compromiso con los ideales socialistas hacían muy arriesgada la relación. Emilia estuvo junto a Ramón los 18 meses de cárcel, desde noviembre de 1934 hasta febrero de 1936, y siguieron juntos a partir de 1937, cuando ya sólo se vieron entrerrejas. Emilia aceptó aquella vida por amor a Ramón.

A partir de 1940, Ramón pasó por diferentes destacamentos penales. Eran grandes concentraciones de trabajadores-presos, en los que se orientaba el trabajo hacia las grandes infraestructuras estatales. Estuvo en el destacamento penal de Aranjuez, Madrid, desde inicios de 1942 hasta diciembre de 1944, trabajando en Experiencias Industriales. Fue una etapa menos agria, en la que Emilia y Ramón vieron oportuno casarse por poderes  en 1944.

 
Ramón a Emilia: "Somos marido y mujer"

Ramón cuando estaba preso en Aranjuez gozaba de más permisos

 

El amigo de Ramón, José Solagaistua, se hizo cargo de los preparativos del enlace: “Me llamó Ramón a Aranjuez. Y, claro, yo fui allí y me dijo: «Voy a legalizar el matrimonio, José, y voy a hacer el poder a nombre tuyo». Vengo a Erandio, al Juzgado, y le cuento al Juez, un tal Mota, que era fascista, lo que quiero…Me dio toda clase de facilidades. «Mira –me dijo-, esto me obliga a anunciar el matrimonio en el tablón, por si alguna persona… Pero voy a ponerlo medio escondido». Llegado el día de la boda, me llevé de testigos a los que me dijo Ramón; Castaños, que había sido presidente del Partido en Erandio; José Paleu, que había sido de los grupos de acción de las Juventudes, y otro compañero, Larraquitu. Con quinientas pesetas nos fuimos a comer a Bilbao, a Somera, unas cazuelitas… Después pasamos por Teléfonos y puso una conferencia a Ramón…”. Una vez allí, los recién casados se comunicaron. Emilia contaba la alegría que tuvo: “Cuando le oí sólo acerté a decirle: «Ramón, soy tu mujer». Y se me cortó la voz de emoción”.

En una entrevista en La Gaceta del Norte de febrero de 1982, Emilia, cuando hablaba de su boda, afirmaba que “nunca he tenido novio ni noche de bodas”, ya que tuvieron que verse a través de las rejas durante largos años. Y, Ramón, medio sonriente, respondía que “en Aranjuez fui novillero”, ya que en aquel penal pudieron hacer alguna que otra escapada fuera de la cárcel, siempre a escondidas.

Ramón destacó el apoyo ininterrumpido que recibió de Emilia en todas las etapas de su vida: “Casarme con ella ha sido el único negocio rentable de mi vida. Si Emilia no hubiese tenido la fuerza moral que tiene, hubiese sido un impedimento en mi lucha por el socialismo. Ella ha compartido esta lucha, pero no de manera silenciosa, sino de manera alentadora. Sí he sido muy feliz con ella y lo sigo siendo. (…) Para mí, lo mejor que hay en el mundo, sin menosprecio de los demás. Lo que más me gusta de Emilia es su entereza y su libertad”. (Ramón Rubial, 1979)

El Libro de la familia Rubial-Cachorro
 
"Tuve una luna de miel preciosa"

 

Ramón con Emilia en 1945

 

 


 

 

Las visitas a la cárcel

Emilia y Lentxu, esposa e hija, hicieron muchos esfuerzos para ver a Ramón. Quilómetros en autobús, a pie, horas de espera, con una intimidad casi nula y el tiempo escaso que la administración franquista daba a los familiares para relacionarse, elevaban a peregrinaje las visitas a los encarcelados.

 

 


Lentxu Rubial: "El primer recuerdo que tengo de mi padre es en El Dueso"


 
 

Desde que nació en 1945, Lentxu sólo pudo recordar la imagen de su padre entre rejas: “Solíamos ir una vez al mes. Sólo me dejaban entrar con él tres veces al año: el día de Reyes; el día del Carmen, que era la fiesta de la señora de Franco, y el día de la Merced, la patrona de los presos… El día que había visita nos levantábamos mi madre y yo a las cinco para coger el tren de Santoña. Cuando llegábamos, a veces en brazos de mi madre, recorríamos dos kilómetros hasta la cárcel, porque no teníamos dinero para el autobús. Luego había que esperar en una caseta, custodiada por guardias, frente al penal, hasta la hora de la visita. Recuerdo ver bajar a mi padre los escalones de la cárcel, que es todo un muro de piedra, con una verja muy grande por donde se entra. Hay un montón de escalones. A esa escalera la llamábamos mi padre y yo “la escalera del cojo”, porque das un paso y bajas, otro paso y bajas… Cuando mi padre salía de las celdas, que estaban arriba, yo le decía a mi madre: «¡Ahí viene el mío, mamá! ¡Ahí viene el mío!». Todos bajaban con el mismo color y con el pelo cortado al rape. Recuerdo lo bonito que era que los presos se repartieran la comida, lo mucho o lo poco que hubiera, lo bueno o lo malo…”.

Lentxu Rubial en la escuela Ramón y Lentxu en El Dueso, en 1953 Lentxu Rubial con sus primos y aitites
Lentxu Rubial, en 1949 Lentxu Rubial en una de sus visitas a
Ramón en  El Dueso, en 1948
Lentxu visita a Ramón en El Dueso, en 1951
Vista de Lentxu a Ramón, en 1952 La pequeña Lentxu se sentía orgullosa de tener a su padre encarcelado Lentxu visita a Ramón, en 1953

 

 

La escena más común en las visitas estaba desprovista de privacidad; Lentxu se relacionaba con su padre tras dos líneas de rejas, separadas por un metro de pasillo, por donde iba y venía un guardia civil mientras duraba el encuentro. Al margen de las limitaciones, Lentxu confesaba que los encuentros con su padre “no eran nada tensos, ni le extrañaba; me sentía con plena confianza, y eso que nunca había vivido con él”. Pero, aunque se tratara de una niña, no se salvaba de ser inspeccionada: “Un día, al salir de la cárcel un guardia que debía ser muy malo, un tal Fuenfría, me preguntó: «No te ha dado tu padre ninguna notita…». «Pues no –le contesté-. Se le habrá olvidado. El próximo día se lo recuerdo…» Se entera mi madre y se va ante el guardia civil y le suelta: «¡Yo no comprometo a mi hija en estas cosas…! Cuando me interesa darle algún mensaje a mi marido, se lo doy en clave mientras usted pasea en medio de nosotros y no se entera de nada…».”

 

 

 



Lentxu Rubial: "Podía entrar a visitar a mi padre tres días al año."


 
 
 
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