El mismo día en que Ramón Rubial cumplía setenta y seis años, las urnas daban la victoria al Partido Socialista en las Elecciones Generales de 1982. El 28 de octubre de aquel año, el PSOE obtuvo 202 diputados y ganó las elecciones por mayoría absoluta. Fue el primer partido de izquierdas que formaba gobierno desde la victoria del Frente Popular de 1936. Felipe González fue investido Presidente del Gobierno y Alfonso Guerra ocupó la Vicepresidencia. La apuesta por la juventud del círculo sevillano, que hizo Ramón Rubial a inicios de los setenta, dio sus frutos. España estrenaba la II legislatura de su etapa democrática. Con el triunfo del PSOE, la Transición se dio por acabada.
Mayoría Absoluta del PSOE, El Socialista, noviembre de 1982
Victoria socialista, La Vanguardia,
29 de octubre de 1982
Dos dictaduras, una guerra y miles de muertes y encarcelamientos precedieron al histórico triunfo socialista. Ramón resaltó la magnitud de la victoria, que representaba un siglo de luchas por los derechos de los ciudadano: “Al fin, tras un largo siglo de esfuerzo, nuestro mensaje ha sido atendido por un número tan importante de votantes, una vez despejados los fantasmas de la historia, los perogrullos y los anatemas que crearon algunos, interesados en retrasar el progreso. Los sufrimientos e incomprensiones de muchos momentos han fraguado en la ingente tarea y en el gran honor de conducir a España y a sus gentes al siglo XXI, sorteando las muchas dificultades que es derivan de nuestra propia debilidad o de la coyuntura internacional. La victoria socialista, en términos históricos, supone, además, un reto, no para un partido sino para toda una sociedad. O nos salvamos todos o perecemos todos. Que es tanto como decir que un Gobierno no tiene fórmulas mágicas que resuelvan los problemas cotidianos que nos acucian, que es incapaz por sí solo de salvar todos los escollos, pero sí de cumplir su labor si convertimos los asuntos del Estado en una tarea común, si somos capaces de crear una ilusión colectiva en torno a nuestros propios sacrificios, para que las próximas generaciones encuentren el mundo de respeto, justicia y felicidad que todos anhelamos. Y esa fue nuestra oferta, la oferta socialista que, descarnadamente, evitó la venta de quimeras y ofreció esfuerzo común, reclamando la obra colectiva que nos devuelva la confianza en nosotros mismos”. (Ramón Rubial, 1986)
Rubial se acordó de los ausentes
En la Moncloa, con la Ejecutiva Federal del PSOE,
en 1989
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